Por: Alejandra Inclán
–¿Qué
te impide disfrutar el amor?
–Lo
que tengo entre las piernas– le digo.
– No
entiendo – dijo Miriam.
–Es
mejor así. Ni a ti te he querido contar mi problema. Soy diferente. Es todo lo
que te puedo decir.
Miriam
me miró inquieta. Interrogativa. Buscando con su mirada penetrar en mí. Descifrar
mi secreto.
Bajé
la mirada. Intenté decir algo más. No me fue posible. La quería mucho como para
perderla a ella también. Ya había perdido suficiente gente.
Dejar
todo atrás. Mi casa, mi barrio, mi ciudad, familia, amigos… no, no es sencillo.
Así como no me es sencillo el amor. Quisiera decir que encontré la tranquilidad
y paz. Pero la verdad pega en mi cara y las mentiras que me hace emitir me
esclavizan y me detienen para seguir
existiendo con mi identidad. Mi verdadera identidad. La que fui construyendo
mientras mataba la otra. Nadie de mi pasado me entendió. Y los perdí. Aún lloro por ello en las noches.
Siempre
escuché a mi madre decir: no se puede
tener todo en la vida. Y es cierto. No es posible. En mi caso menos. Aunque
por instantes quisiera tener el mínimo
que muchos tienen.
Se
acerca mi cumpleaños. Es la única fecha de diciembre que disfruto con mis
amigos actuales. Navidad y año nuevo son fatales para mí. Las mismas preguntas
me azotan cada año: ¿Vas a ir con tu
familia? ¿No? ¿Por qué? ¿Ellos no pueden
venir a verte entonces?
Las
evasivas que tengo que dar me destrozan. Mentira tras mentira. Invención tras invención.
Justificación tras justificación.
Luego
de ello tengo que huir de las invitaciones: Vente
a mi casa, no la pases solita. Mas no quiero estar con nadie. Prefiero
estar sola. Lo intenté varias ocasiones, lo hice, fui a casas de amistades… y
ello me hizo más daño que bien. Ver familias unidas, compenetradas, que olvidan
sus problemas internos, que se perdonan y abrazan; todo ello es algo que me
lastima, pues me evoca el recuerdo cuando convivía así con mi familia. Antes de
ser expulsada de ese entorno.
Nadie
nota mi aflicción. La represión que viví me convirtió en una perfecta actriz. A
saber fingir. Sonreír cuando mi corazón quiere llorar. No es justo mentir. No es
justo callar… Pero lo seguiré haciendo para no perder el poco sustento emocional
que me queda.
Quisiera
ya fuera enero y haber pasado este trance. Que Roberto se haya ido lejos a su
trabajo y no insista en que volvamos a salir. ¿Por qué me lo tenía que
presentar Miriam?
Roberto
me gusta. Sin embargo él no entendería mi defecto. Se va en enero. Llegó este
mes para perturbar más mi tragedia anual. Aún con ello me atrae. No, no debo
pensar en él. Hace mucho que decidí no
tener amores, vivir y estar siempre sola. Debo dejar que Roberto pase como he
dejado pasar a otros. Es lo mejor.
Miriam
me habla insistente. Me despierta de mi meditación. Me devuelve a la realidad:
–¿Tienes
una enfermedad venérea o algo parecido?
Me
quedo viéndola y le digo: <<soy diferente>>. Su rostro sigue
reflejando duda y confusión. No imagina el mensaje entre líneas. No sé si
decirle o no. Mis cambios fueron tan grandes con mi tratamiento hormonal, y mi anatomía
fue siempre tan andrógina, que nadie percibe lo que trato de ocultar.
–No
Miriam. Yo… yo soy… tran…
La
miré directamente a los ojos. Ella entrecerró los suyos como preparándose para
mi revelación. No, no le diré. No estoy lista. Y no creo que ella lo esté.
–Olvídalo
Miriam. Confía en mí. No es lo que dices. Simplemente no te lo puedo decir. Me
voy. Te veo otro día. Déjame ir y perdona si te he dicho alguna mentira. No
estamos preparadas para hablar de mi “realidad”. Nunca lo estoy. Tal vez en un
futuro cerraremos esta conversación. Por lo pronto adiós…
Derechos reservados © 2014, Verónika Alejandra Inclán Cazarín
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