lunes, 8 de abril de 2019

Ser por completo



Por: Alejandra Inclán



Me di cuenta que perdí mis sueños cuando vi tu cuerpo. Dejé de luchar o quizás olvidé cómo hacerlo. 
Perdí mi sensualidad inicial, mis ganas de sensibilizar mi piel, de tenerla acariciable, de gozar con el roce de unos dedos.
Toco con mis manos lo que no tengo, las palpo y el vacío me hace tragar veneno. Perdí el deseo de obtener el erotismo que con mi imaginación dibujaba debajo de la ilusión de la ropa.
Ya no hay nada de ese anhelo corporal, de ese esculpir que empecé y que dejé para cubrir otras necesidades. ¿Mi estética era una necesidad? No sé, lo que sí sé es que tengo nostalgia por aquello que recuerdo haber iniciado y no haber alcanzado.
Dejé de lado mi vanidad. Tal vez me volví muy espiritual o me decanté por la vida simple o quizás no supe seguir la disciplina para lograr tener lo que en ti estoy viendo.
Sí, veo tu cuerpo y algo de envidia se me despierta. No sé si es posible todavía, no sé si sea tarde. No sé si quiero volver a entregarme a la inversión de mi físico. 
Ya no sé lo que quiero. Parece una estupidez, pero te veo y sé que lo que tienes también lo quiero, aunque no lo necesite para seguir siendo por dentro… vivo en un mundo material y en esa parte también quiero ser por completo.
¿Qué entregaste tú? ¿Qué estoy dispuesta a entregar yo? Todo tiene un precio y no sé si yo pueda alcanzarlo o quiera pagarlo…


sábado, 30 de marzo de 2019

Nací mitad azul



Por: Alejandra Inclán


Nací mitad azul en un mundo de dos colores, donde no hay espacio para lo intermedio, donde con mi nacimiento se me dio una asignación con el azul que sobresalía.

Nací mitad azul, creciendo con un frío en las venas ante el miedo que me daba mostrar la otra parte de mi cara.

Nací mitad azul, con la nostalgia vuelta tristeza por no comprender la complicada condición que me tocó.

Nací mitad azul, con esa tonalidad melódica del blues, expresándome en tonos bemoles y séptimos. Sonando como una pentatónica, cuando siempre quise tener un sonido atonal.

Nací mitad azul, con una naturaleza fotográfica en negativo, donde me expongo en amarillo, cian y verde, con lo que nadie me descifra en positivo.

Nací mitad azul, habitando en un cubo de rubik donde no existe mi color, soy rompecabezas sin solución.

Nací mitad azul, y no puedo matar esa mitad, la he dejado viva, porque aún creo que con trazos de Van Gogh la noche estrellada me puede un consuelo dar.

Nací mitad azul, con un alma atormentada, y con partes mías que anhelan ser coloreadas.

Nací mitad azul en un mundo azul y rosa, por eso he intentado matizarme. Aunque no alcance el tono preciso. Aunque parezca un mal Picasso. Aunque rompa la armonía de fractales naturales. 

Nací mitad azul y mitad rosa. Hoy me veo al espejo y al verme llorar veo la verdad transparente de mis lágrimas. No importan mis colores, importa mi alma, aunque los ciegos no puedan admirarla.



lunes, 4 de marzo de 2019

También...


Por: Alejandra Inclán




«Soy normal. ¿Lo sabes?»

Me dijo con una preocupación de que lo entendiera, que me diera cuenta de que el paso que daba no iba más allá de un gesto de aceptación; que lo sentía importante, mas no al grado de sacrificar su estabilidad emocional y sus conceptos mentales que tanto le ataban y que no le dejaban entender que ese momento juntos, frente a frente, ese cruce de miradas y esa sonrisa, solo significaban para mí cuánto le agradecía el que hubiera olvidado esas “diferencias”, entregando lo más valioso: su tiempo.

Sin embargo, nada es perfecto. No todos saben interpretar las miradas. Él no supo. El miedo se apoderó de sus cualidades empáticas, nublando su intuición, cambiándola por temores y emitiendo con ello un rechazo, con unas palabras que lejos de querer declarar una “normalidad”, buscaron servir como un escudo a su hombría, aunque finalmente fueron espada, porque yo sangraba en medio de ese gran silencio que se hizo entre nosotros y que él rompió cuando reafirmó:

«¿Lo sabes? Soy normal…»

Y yo con los ojos secos por tantos llantos pasados, solo acerté a decirle con la resignación de quien se ha cansado de tratar de dar a entender siempre lo mismo, la verdad que los miedos no dejan entrever: 

«Yo también soy normal».