Por: Alejandra Inclán
«Soy normal. ¿Lo
sabes?»
Me dijo con una
preocupación de que lo entendiera, que me diera cuenta de que el
paso que daba no iba más allá de un gesto de aceptación; que lo sentía
importante, mas no al grado de sacrificar su estabilidad emocional y sus
conceptos mentales que tanto le ataban y que no le dejaban entender que ese
momento juntos, frente a frente, ese cruce de miradas y esa sonrisa, solo
significaban para mí cuánto le agradecía el que hubiera olvidado esas
“diferencias”, entregando lo más valioso: su tiempo.
Sin embargo, nada es
perfecto. No todos saben interpretar las miradas. Él no supo. El miedo se
apoderó de sus cualidades empáticas, nublando su intuición, cambiándola por
temores y emitiendo con ello un rechazo, con unas palabras que lejos de querer
declarar una “normalidad”, buscaron servir como un escudo a su hombría, aunque
finalmente fueron espada, porque yo sangraba en medio de ese gran silencio que
se hizo entre nosotros y que él rompió cuando reafirmó:
«¿Lo sabes? Soy
normal…»
Y yo con los ojos
secos por tantos llantos pasados, solo acerté a decirle con la resignación de
quien se ha cansado de tratar de dar a entender siempre lo mismo, la verdad que
los miedos no dejan entrever:
«Yo también soy
normal».
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