Es
raro retomar este blog que pensé cerrado por muchas razones. Creí haber pasado página en el tema trans en mis escritos y dedicarme a una vida como cualquier persona “normal”,
caminar y no pensar si me ven como hombre o mujer, sino como alguien más, que camina,
que vive, que respira.
La
realidad se encarga de volver a ubicarte. De ponerte en las situaciones para que
vuelves a contrastar lo que te perseguirá toda la vida.
Y
no se trata de aceptar si eres o no transexual. Aceptado está. Pero hay trampas
que llegan para decirte: “Hey, enfrenta esto o evádete”. Invisible o visible.
Lo primero a veces no es algo planeado, se presenta y por “gracia” puedes vivir
sin tantas presiones sociales, cuestionamientos o discriminación. Yo no pedí lo
que llamamos “pasabilidad”, sin embargo, trabajé por ello, para tener una vida
más tranquila. No es que negara que soy trans, sólo que me cansé de tener que hablar
de ello. Deje de tener paciencia para ser tema de conversación en una mesa. Así
que luego de entrevistas a medios, de escribir artículos para revistas y sitios
web abandoné la labor. ¿Qué más podía decir esta escritora, si todas por el
simple hecho de ser trans se autonombraban “transgenerotólogas”?
Ser
un humano no te da la competencia para explicar la existencia. Ser transexual
no te convierte en psicóloga, endocrinóloga, científica social, bióloga, ni
opinóloga. Es como lo veo, mas me gusta la paz y tratando de ser congruente a
esto que pienso decidí callarme o hablar lo menos posible.
Pensé
en mis primeros apuntes y reflexiones sobre las personas trans, creyendo que la
problemática que pasamos para ser y que seamos aceptadas podría hacernos
mejores personas. Y fue algo fuerte descubrir que no, que la transexualidad no
te quita los defectos humanos, esos se trabajan aparte.
Pasaron
así años. Sí, años. Decidí pasar un período dedicándome a mí. No huyendo de
tener pareja, sino de aprender a quererme tanto que no fuera necesario. Aunque
no por ello hay algunas personas que me han gustado o que les he gustado, que
con honestidad han sido las menos. De ahí parte el volver a hacerme cuestiones.
Platicando
con dos amigas diferentes sobre alguien que al parecer le gusto, les dije que
mi preocupación de gustarle a un hombre es el tener que decirle que soy trans.
Esto se los platiqué por separado y ellas no son trans. Coincidieron que él
tenía que saberlo, porque para ellas, es algo que todo mundo debe saber. Les dije
que no, que no tenía por qué saberlo y el que ellas lo supieran, no quería decir
que fuera algo que todo el mundo supiera. Su escepticismo me hizo preguntar si tenían
razón, de que tal vez yo no era tan invisible en ese aspecto como creía.
La
respuesta me llegó ayer, cuando en una reunión donde este amigo al que le gusto
y otro conocido, sacaron el tema de unas chicas trans, esto por unas fotos que
se tomó uno de ellos con ellas (no al que les gusto, sino el otro). Se
refirieron a ellas como travestis (por las fotos pude ver que eran trans
dedicadas a la prostitución). Sus comentarios lejos de ser despectivos directamente
con ellas, lo era hacia ellos y en son de broma para poner en entre dicho su
masculinidad.
Eso
me llamó la atención. Porque nunca me han tratado de manera diferente a cualquier
otra amiga, me saludan de beso en la mejilla y no hacen ningún comentario
despectivo con respecto a mí.
Ahí
llegó mi respuesta. No saben que soy trans.
¿Qué
pasaría si se entera? No sé. Por experiencias pasadas me es mejor no decir
nada y que me sigan conociendo, al grado que ya no me puedan ver de otra forma
más que como una mujer.
Es
en este punto donde las “opinólogas” van a empezar a hablar con enojo, quejándose
y diciendo incoherencias que no resuelven nada.
A
nadie le gusta le impongan una forma de ver la vida. De inmediato hay rechazo.
A los cambios se introduce a las personas, no se les dice que las cosas son de
tal modo. No hay verdades absolutas, ni aceptación absoluta. Tengo amistades
que me aceptan a mí y que no aceptan a otras trans por su estilo de vida.
Por
eso dejé de luchar porque aceptaran a todas las personas trans, para enfocarme
a mí. No puedo cambiar el mundo, pero puedo hacer algo por mi entorno, el que
yo manejo, en el que yo me muevo, y en esa lucha yo decido cómo hacerla.
Alguna
vez hace años me gustó un chico que al enterarse de mi realidad marcó una raya
entre él y yo. Con el tiempo el prejuicio se rompió y fuimos amigos. No peleé. No
reclamé. No intenté aleccionar. Fue el tiempo y el conocerme lo que le llevó a
aceptarme, sólo que no tanto como para andar conmigo.
Y
eso es lo que temo con esta nueva persona en mi vida, algo similar. Por suerte,
en esta ocasión no estoy enamorada, pues es algo que me he prohibido y prefiero
así sea, porque el rechazo duele menos.
¿Qué
pasará? La vida es extraña. Mientras, dejo que siga pasando, continuo con mis
proyectos, y sin quererlo, quizás vuelva retomar estos apuntes que no sé si
sirvan de algo. No busco instruir con ellos, sólo escribir, que es mi vocación
por la cual creo que vale la pena seguir.
Que esa vocación nunca se extinga en ti; te admiro, como mujer y como escritora.
ResponderEliminarGracias por tus palabras
A ti por leerme
Eliminar