jueves, 31 de julio de 2014

Sexualidad frustrada

Alejandra Inclán

Es imposible que el amor se pueda dar 
entre un ave y un caballito de mar.
César Lazcano


        Cómo no estar triste ante esto que me pasa. Ante mis defectos. Mis inhibiciones. Los rechazos. Mi sexualidad frustrada.

Cuando tocaste mis manos y mi cuerpo vibró. Cuando me viste a los ojos y me dijiste lo sensual que te parecía. No pude menos que bajar la cara y aceptar que todo eso, por muy bello que pareciera, se desmoronaría.

Tú creíste ofenderme y no era así. Yo sabía que a ti sí te ofendería. Que no me entenderías.

Qué más daba. No era la primera vez que me encontraba en una situación así. Tan llena de éxtasis y dolor al mismo tiempo. Donde mi conciencia me arrastraba a rechazarte, para luego herirme diciéndote lo que estúpidamente callé desde el principio.

No. No soy normal. Y odio eso. No es justo. ¿Por qué sucedió? No me agrada. No, no puedo más con esta carga. Quisiera entender el por qué y no hay respuesta válida. Nadie me entiende. Nadie que no sea de “mi raza”.

Aún con ello estoy apartada de todas esas personas “similares” a mí. Porque al fin de cuentas no soy igual a ellas, ni tampoco a aquellos para quien la vida les otorgó un ajuste perfecto.

¿Quién soy entonces? Qué bloqueo tengo en mi mente. En mi sexo.

Te das cuenta amor. Soy y no soy. Tampoco soy una ilusión. Soy real. Tangible. Lo que tocas es y está. Pero lo que oculto de mí también existe. Disculpa. No te lo pude decir de frente. Cómo hacerlo si moría de vergüenza. De impotencia. De rencor hacia Dios.

“Estoy incompleta”, te dije al teléfono. No entendiste. No te quise explicar. Insististe en verme y fue el desastre total. Me tocaste. Primero el cuello. Luego mis labios. Mi pelo. Mis senos. La ropa fue cayendo. Mi razón luchaba por detenerte. Tú no ayudabas en nada. Mis sensaciones y necesidad de cercanía no ayudaban. Hasta que te diste cuenta y la catástrofe apareció. Vi tu cara de terror y morí con la angustia. Con la ropa en las manos corrí y solo acerté a decir: “Perdona, te lo traté de decir”. Y hui lo más lejos que pude. Poniéndome la ropa sin detenerme. Sin mirar atrás. Maldiciendo mi mal nacer. Mi tonto deseo de una vida normal. De un novio normal.

Ya no podía seguir intentado. No era justo para ellos o para mí. No podía seguir así. El placer no está hecho para seres como yo. Con demasiado amor retenido. Con un cuerpo tullido en lo sexual. Con cicatrices por lo que no fui desde el inicio.

No me es posible continuar. No más. No hay amor para mí. No hay sexo normal para mí. No hay alguien que me acepte porque ni yo misma he podido aceptar mi ¿anormalidad? Mi sexualidad. Mi vida. Mi alma. Todas ellas son materias frustradas. No encuentro motivo para vivir. No si sigo viviendo castrada. Sin saber lo que es el que se funda mi alma con otra alma, por medio del sexo. Por medio de la alquimia sagrada de una relación libre de asco, morbo, curiosidad insana, mentiras, odio...


No quiero sufrir más. No voy a sufrir más… 



Derechos reservados © 2014, Verónika Alejandra Inclán Cazarín