Por:
Alejandra Inclán
Me
di cuenta que perdí mis sueños cuando vi tu cuerpo. Dejé de luchar o quizás
olvidé cómo hacerlo.
Perdí
mi sensualidad inicial, mis ganas de sensibilizar mi piel, de tenerla acariciable,
de gozar con el roce de unos dedos.
Toco
con mis manos lo que no tengo, las palpo y el vacío me hace tragar veneno.
Perdí el deseo de obtener el erotismo que con mi imaginación dibujaba debajo de
la ilusión de la ropa.
Ya
no hay nada de ese anhelo corporal, de ese esculpir que empecé y que dejé para
cubrir otras necesidades. ¿Mi estética era una necesidad? No sé, lo que sí sé
es que tengo nostalgia por aquello que recuerdo haber iniciado y no haber
alcanzado.
Dejé
de lado mi vanidad. Tal vez me volví muy espiritual o me decanté por la vida
simple o quizás no supe seguir la disciplina para lograr tener lo que en ti
estoy viendo.
Sí,
veo tu cuerpo y algo de envidia se me despierta. No sé si es posible todavía,
no sé si sea tarde. No sé si quiero volver a entregarme a la inversión de mi
físico.
Ya
no sé lo que quiero. Parece una estupidez, pero te veo y sé que lo que tienes
también lo quiero, aunque no lo necesite para seguir siendo por dentro… vivo en
un mundo material y en esa parte también quiero ser por completo.
¿Qué
entregaste tú? ¿Qué estoy dispuesta a entregar yo? Todo tiene un precio y no sé
si yo pueda alcanzarlo o quiera pagarlo…